Hace tres años el mundo experimentaba una de las peores pesadillas: El coronavirus o COVID-19, se propagaba rápidamente pese al control férreo de las fronteras, incluidas las más recónditas. Familias enteras sufrieron el aislamiento para evitar el contagio del virus y aún así muchas de ellas sufrieron la pérdida de uno o más de un familiar.
En Nicaragua los primeros contagios fueron reportados de forma oficial en marzo de 2020, cuando ya el mundo advertía de la gravedad de una crisis sanitaria. Muchos de estos casos dejaron secuelas en los sobrevivientes que han aprendido a convivir con ellas muchas veces emocionales.
Pasado este tiempo todavía ningún país ha podido erradicar el virus, que por etapas parece sufrir repuntes y con esto el rebrote de la pandemia.
Mientras, en países pequeños como los de la región la población está ensimismada en resolver los problemas económicos para la subsistencia, preocupaciones que han prevalecido durante este período. A la fecha la mayor parte de la población ha empezado a restarle atención a los cuidados de prevención e higiene para evitar el contagio.
En países del área como Costa Rica, ya es menor la cantidad de personas que utiliza la mascarilla y aunque en Nicaragua la gente sigue utilizándolas, poco a poco se aprecia como un poco más de relajamiento de las medidas de prevención: Algunos ya empiezan a quitarse los tapabocas en sitios públicos como parques o iglesias, cada vez menos gente usa la mascarilla, hay menor preocupación por el lavado de manos o uso del alcohol, el distanciamiento físico es menos frecuente.
“Esto no ha acabado”, advirtió el doctor Leonel Argüello en su programa en línea, Por tu Salud Nicaragua, por lo que aconseja “No bajar la guardia” seguir con las medidas de prevención pertinentes.
Para iniciar recordemos que significa COVID-19: “Enfermedad por coronavirus 2019”. La causa de la enfermedad es un virus llamado SARS-CoV-2. El virus apareció por primera vez a fines de 2019 y se propagó rápidamente por todo el mundo, recordó la doctora Lezmisa Sandino.
Las personas que contraen COVID-19 pueden tener fiebre, tos, dificultad para respirar cuando el virus infecta los pulmones y otros síntomas. Aclaró que los expertos siguen estudiando cómo es la recuperación de COVID-19, en base a los estudios de análisis y observación de los diferentes cuadros que desencadena.
“Si posterior al haber presentado un cuadro de COVID grave, o un cuadro de COVID prolongado, y persiste la fatiga o se siente cansado”, Sandino recomendó a estas personas mucho descanso.
El 13 de enero de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualizó sus directrices sobre el uso de mascarillas por parte de la población, la atención clínica y los tratamientos contra la COVID-19. La OMS continúa recomendando llevar mascarilla en determinadas situaciones con independencia de la situación epidemiológica local.
Estas recomendaciones abarcan a las personas expuestas recientemente al virus causante, a las que tengan o sospechen que tienen COVID-19, a las que corran un riesgo elevado de presentar síntomas graves de esta enfermedad y a todas aquellas que deban estar en lugares abarrotados, cerrados y con mala ventilación.
Al igual que en las recomendaciones anteriores, la OMS afirma que puede ser conveniente llevar mascarilla en otras situaciones, en función de la evaluación de los riesgos. En este sentido, se deben tener en cuenta factores como las tendencias epidemiológicas o el aumento de las hospitalizaciones a nivel local, la cobertura vacunal, la inmunidad de la población y las características del lugar o el evento, refiere una nota de la organización.
A su vez, en las nuevas directrices de la OMS se recomienda que los pacientes con síntomas se aíslen durante 10 días contados a partir del primero en que hayan tenido síntomas.
Para las personas que den positivo para la COVID-19 pero que no presenten signos o síntomas de la enfermedad, la OMS recomienda ahora cinco días de aislamiento, en comparación con los 10 días recomendados anteriormente.
El paciente puede salir del aislamiento antes si da negativo en una prueba rápida de detección de antígenos.
El aislamiento de las personas que tienen COVID-19, que es importante para evitar que transmitan la enfermedad, se puede hacer en su propio domicilio o en un establecimientos especializados como un hospital o una clínica privada.
En Nicaragua los primeros contagios fueron reportados de forma oficial en marzo de 2020, cuando ya el mundo advertía de la gravedad de una crisis sanitaria. Muchos de estos casos dejaron secuelas en los sobrevivientes que han aprendido a convivir con ellas muchas veces emocionales.
Pasado este tiempo todavía ningún país ha podido erradicar el virus, que por etapas parece sufrir repuntes y con esto el rebrote de la pandemia.
Mientras, en países pequeños como los de la región la población está ensimismada en resolver los problemas económicos para la subsistencia, preocupaciones que han prevalecido durante este período. A la fecha la mayor parte de la población ha empezado a restarle atención a los cuidados de prevención e higiene para evitar el contagio.
En países del área como Costa Rica, ya es menor la cantidad de personas que utiliza la mascarilla y aunque en Nicaragua la gente sigue utilizándolas, poco a poco se aprecia como un poco más de relajamiento de las medidas de prevención: Algunos ya empiezan a quitarse los tapabocas en sitios públicos como parques o iglesias, cada vez menos gente usa la mascarilla, hay menor preocupación por el lavado de manos o uso del alcohol, el distanciamiento físico es menos frecuente.
“Esto no ha acabado”, advirtió el doctor Leonel Argüello en su programa en línea, Por tu Salud Nicaragua, por lo que aconseja “No bajar la guardia” seguir con las medidas de prevención pertinentes.
Para iniciar recordemos que significa COVID-19: “Enfermedad por coronavirus 2019”. La causa de la enfermedad es un virus llamado SARS-CoV-2. El virus apareció por primera vez a fines de 2019 y se propagó rápidamente por todo el mundo, recordó la doctora Lezmisa Sandino.
Las personas que contraen COVID-19 pueden tener fiebre, tos, dificultad para respirar cuando el virus infecta los pulmones y otros síntomas. Aclaró que los expertos siguen estudiando cómo es la recuperación de COVID-19, en base a los estudios de análisis y observación de los diferentes cuadros que desencadena.
“Si posterior al haber presentado un cuadro de COVID grave, o un cuadro de COVID prolongado, y persiste la fatiga o se siente cansado”, Sandino recomendó a estas personas mucho descanso.
Argüello en su programa en línea señaló, que a 3 años de la pandemia “todavía falta, porque este virus ha tenido una gran capacidad de estar cambiando de estar modificando su forma”, como ha sido la variante ómicron, se ha quedado estacionada, se ha reproducido y ha tenido más de 500 cambios.
“Unos son más peligrosos que otros”, expresó Argüello, quien dijo que el más contagioso, XBB, es más transmisible porque se pasa por las vías respiratorias entre una persona y “se escapa más a las vacunas”. No obstante, aclaró que aunque la vacuna no impide que una persona se infecte, puede “protegerte contra complicaciones y muertes”.
Argüello se refiere a una subvariante de ómicron, llamada XBB.1.5, es la variante del coronavirus prevalente en el planeta. Ómicron fue la variante que siguió a Alfa, Beta, Gamma y Delta. Y fue la que se convirtió en dominante desde que surgió a finales de 2021. A partir de allí se han producido una serie de subvariantes de ómicron, cada una más contagiosa que la anterior.
Argüello explicó, que esta variante de ómicron afecta más la parte alta del sistema respiratorio, afecta un poco menos los pulmones. Y dijo que sigue siendo efectivo hasta el momento las medidas de prevención: El distanciamiento físico, el estar en lugares ventilados, el lavarse las manos con agua y jabón y vacunarse.
El médico estimó que un porcentaje alto de la población de Nicaragua ha padecido la “COVID persistente”, que es una manifestación de la enfermedad que se produce tres meses después de que la persona la padeció.
“Por ejemplo hoy tengo la COVID, en una semana estoy bien. Pero en 3 meses comienzo a sentir una serie de síntomas”, explicó Argüello quien dijo que la mayor parte de esos síntomas se manifiestan de diferentes maneras y estimó son más de 200 tipos esa manera de manifestarse de la COVID persistente. Un una de esas formas de manifestarse puede ser dolores constantes en el cuerpo, en las articulaciones, agotamiento, “por suerte son 2 a 3 días, que sucede eso”. Y aunque “se te va y luego puede regresar a la semana, 15 días o al mes”. Por eso dijo “es que se llama persistente, es una enfermedad crónica”.
Entre las manifestaciones describió: Dificultad para dormir, dificultad para recordar cosas, afectación del estado de la salud mental de una persona, más ansiedad, tristeza, depresión, hay dificultades para respirar, en algunas personas caída del pelo. Es por ello que aconsejó: “No hay que minimizar esta enfermedad”, pues dijo “no te mata pero quedás con secuelas posteriores”.
De acuerdo al Observatorio de la COVID-19 en América Latina y El Caribe, CEPAL en Nicaragua desde el 3 de enero de 2020 hasta el 23 de enero de 2023 ha habido 15,541 casos confirmados del virus con 245 muertes reportados a la OMS. Al 6 de enero de 2023 se han administrado un total de 12,132, 093 dosis de vacunas.
Según la OMS en las Américas se han registrado en este mismo período 187.862.206 casos confirmados de COVID-19
Aunque el MINSA registra un esquema completo al 56.69% de la población, las organizaciones indígenas señalan que se necesita llegar a las comunidades más pobres y aisladas.
Las regiones autónomas de la Costa Caribe nicaragüense, es la región más extensa del país, con una población étnica diversa de 705 mil ciudadanos que constituyen los 6 grupos étnicos que están distribuidos en 20 municipios que se comunican en su mayoría por vías acuáticas por la dispersión entre sus comunidades.
Tras la pandemia de COVID-19, la región ha sufrido los embates de la enfermedad, situación que se agrava por la continua racha de los últimos huracanes como la julia, ETA y OTA, pese a estas situaciones las comunidades indígenas y afrodescendientes desde el inicio de la pandemia optaron por medidas preventivas, en la Región Autónoma Costa Caribe Sur (RACCS) sus gobiernos territoriales establecieron cuarentenas que consistía en no permitir el ingreso a personas a la comunidad por un período de 21 días.
Las comunidades de la cuenca de Laguna de Perlas, Tasbapounie, Sandy Bay, Karawala, La Cruz de Río Grande y el territorio Rama y Kriol que se extiende desde Bluefields hacia Grayton y San Juan de Nicaragua, establecieron acciones concretas para salvaguardar a sus comunitarios como la restricción de actividades públicas, recreativas, cierre de bares y ranchos. La regulación del transporte, la llegada de foráneos, el control de circulación y aglutinamiento de la población de la comunidad. También las comunidades indígenas han utilizado la medicina tradicional que se basa en cómo sus ancestros utilizaban infusiones o cocimientos de hierbas para tratar las enfermedades.
En Bluefields como en la mayoría de las comunidades de la región, los cultos y las misas se hacían con pocos feligreses y se transmitían en la red social de Facebook y solo en el último año entre el 2021 y 2022 se comenzaron a realizar las actividades religiosas presenciales, y hasta fines del año pasado la mayoría de los negocios como bancos, tiendas, mercados, terminales de transporte se suspendió el uso de mascarillas y el distanciamiento social.
Rendell Hebert, miembro de la comunidad indígena Ulwa, padeció la triste experiencia de perder a 7 familiares y considera que el intubamiento fue fatal. “Mis familiares todos estaban intubados y murieron, la gente no ha investigado eso, porque se mueren la mayoría de las personas que estaban intubadas. Si me da COVID por favor a mí que no me entuben” señala.
Hebert comenta que, ante la ausencia del gobierno de suspender las actividades en las comunidades indígenas, las autoridades comunales y territoriales hicieron uso de sus facultades autonómicas para salvaguardar a sus comunitarios “como dice el dicho: solo el pueblo salva al pueblo, las comunidades hicieron cuarentena para proteger sus vidas y mantenerse a salvo en la medida de lo posible.
Erlinda Aragón, es una joven abogada de Bluefields que sobrevivió los embates de la pandemia de COVID – 19, en dos ocasiones, la primera vez que le dio fue cuando estaba en lo fino, en 2019, y después de 6 meses volvió a recaer. Aunque ella solo padece de la gastritis, logró controlarse y mantenerse segura en casa.
Siendo la esposa de un médico, ella pudo contraerlo y se considera que es muy fuerte porque en ninguna de las dos veces que le dio, tomó cama. “Yo creo que, si uno toma cama, es peor porque aumentan de temperatura y el calor se mantiene en el cuerpo” señala.
Ella recuerda que por el ambiente de su esposo de permanecer en el hospital siempre estaba el riesgo de contraerlo y aunque expresa, que en casa realizaron una serie de medidas para mantenerse seguros, era inevitable. “Fue difícil para todos porque imagínate es mi esposo, siempre estamos juntos, por eso pusimos varias medidas desde la entrada a casa, el lavado de manos, la mascarilla y sobre todo estuvimos tomando todos los té que mi madre nos pasaba sin entrar a la casa, tomamos té de limón, jengibre, canela, ajo, zacate limón, eucalipto, eso era diario y constantemente”, explica Aragón, cuya mayor preocupación era la salud de su madre como adulta mayor, por lo cual le pedía que dejara las cosas en el corredor para evitar tener contacto con la familia.
En su hogar, además de ella y su esposo el virus también afectó a sus dos hijos. Sin embargo, en todos los casos no hubo gravedad tampoco ameritó hospitalización de alguno de ellos, “solo mi esposo permaneció en cama como 5 días, pero gracias a Dios al resto nos dio leve”, comenta Aragón quien asegura que fue una etapa difícil. Pero considera que ya la pandemia se ha reducido a una gripe.
Hebert comenta que, ante la ausencia del gobierno de suspender las actividades en las comunidades indígenas, las autoridades comunales y territoriales hicieron uso de sus facultades autonómicas para salvaguardar a sus comunitarios “como dice el dicho: solo el pueblo salva al pueblo, las comunidades hicieron cuarentena para proteger sus vidas y mantenerse a salvo en la medida de lo posible.
El doctor Mario Méndez, director del hospital Regional de Bluefields “Ernesto Sequeira” dice que mantienen vigilancia epidemiológica sobre la pandemia y que la población no debe confiarse y cumplir su esquema de vacunas.
El galeno explica, que este año aplican la vacuna Sinopharm, en dos dosis, la primera una vez cumplidos los 6 meses de su ultima vacuna, y la segunda dosis se aplica 21 días después para completar su esquema 2023.
Méndez recomienda, que la población debe mantener las medidas preventivas como lavarse las manos frecuentemente, distanciamiento físico entre personas, el uso de mascarillas en lugares aglomerados y ponerse su dosis de vacunas
Según las estadísticas del SILAIS RACCS al 29 de julio de 2022, en la vacunación voluntaria contra la COVID han sido vacunado con al menos una dosis a 132 mil 297 equivalente al 69 % de la población total de 2 años a más y se aplicó un esquema completo a 108,709 personas, lo que representa el 56.69% de la población, de acuerdo al informe “La recuperación de COVID-19 y los derechos de los pueblos indígenas”, presentado ante el Consejo de Derechos Humanos en su 48ª sesión en septiembre de 2021. del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (CEJUDHCAN).
El sistema de salud en las zonas donde habitan los pueblos indígenas es deficiente, en la mayor parte de las comunidades no existen centros de salud o puestos de salud con los requerimientos necesarios para atender los casos que se presenten. Además, no todas las comunidades cuentan con un puesto de salud, y donde hay puestos de salud son atendidos por enfermeras o promotores de salud tradicionales y parteras, pero están desabastecidos de medicamentos y materiales médicos indispensables para brindar atención de primeros auxilios.
El informe también señala que pese a los préstamos autorizados a Nicaragua por organismos internacionales para atender la pandemia no alcanza a los pueblos indígenas “El Estado no ha adoptado planes de recuperación económica hacia los pueblos indígenas en el contexto del COVID-19, tampoco se ha garantizado los derechos sobre la tierra y los recursos naturales”, destaca el informe.
A mediados del año 2020, la Comunidad indigena Ulwa de Karawala clamo por ayuda de alimentos y suministros médicos tras la cuarentena y la situación de emergencia por la pandemia, la comunidad Costeña con el liderazgo de la iglesias Moravas de Pearl Lagoon, Kukra Hill y Bluefields, enviaron ayuda humanitaria al centro de salud de Karawala.
A casi año y medio de haber estado internado en un hospital capitalino, Rubén Flores, de 25 años, todavía vive las secuelas de la COVID-19 a nivel físico y emocional.
La pandemia que ha cobrado la vida de al menos 245 personas, según cifras oficiales, también le arrebató a un amigo y un familiar: su padre.
Actualmente, no le queda más que enfrentar las heridas dejadas por la pérdida y seguir luchando.
“Al final, toca aceptar las secuelas, no hay mucho que hacer al respecto. Uno queda más delicado y pendiente de no contagiarse, usando mascarillas y alcohol”, dijo Flores.
El joven de 25 años expresa, que luego de haber sobrevivido a la COVID-19 entre agosto y septiembre de 2021, todavía enfrenta severos daños en su salud.
“Cuando tuve las secuelas, sobreviví con apoyo familiar para comprar medicinas y mejorar el sistema inmunológico porque queda muy frágil. Antes no me daba tos seguidamente, ahora una vez cada dos meses me da una de esas gripes”
Este virus ha tenido una gran capacidad de estar cambiando su forma. Estamos siendo afectados por la COVID-19 con su variante ómicron.
El epidemiólogo Leonel Arguello señala que además de las secuelas de la COVID-19, existe “La COVID persistente”, en la que se manifiestan los síntomas de la enfermedad nuevamente.
“La COVID persistente si puede dar dolor en el cuerpo. Es una manifestación de la enfermedad que se da tres meses después de haberla padecido. Hay más de doscientos tipos de forma de manifestarse”, señaló.
Aunque el Ministerio de Salud (MINSA), no se refiere al respecto, Arguello expresa que un 50% de las personas que él acompaña clínicamente han presentado COVID persistente.
“La mitad de las personas que me han consultado han registrado la COVID persistente. Hay problemas en el corazón, en los pulmones, dificultad para respirar, secreciones nasales o dolores de cabeza. Estos síntomas persisten”, señala.
Ante esta situación, instó a seguir tomando las medidas de prevención para evitar contagios.
“Hay que seguir tomando las medidas de prevención pertinentes. Es una enfermedad prevenible y debemos estar claros y alertas de que esto no ha acabado. No podemos bajar la guardia”, expresó.
Rubén Flores no tiene la menor idea del lugar donde pudo haberse contagiado de la enfermedad. Él señala que se mantenía al día con las medidas de prevención.
“No estoy muy seguro, pero si estuve yendo al mercado muy seguido, usando mascarillas y alcohol. Mi papá pudo haberse contagiado en la universidad donde daba clases, porque ahí sí hubo una crisis fuerte. Puede ser que de ahí se viniera a casa (el virus)”, detalló.
Flores recuerda que el primer día sintió un malestar y una debilidad “horrible y bastantes mareos”.
“Era un malestar general que no podría definirlo con palabras. En los dos días siguientes ya se presentó la fiebre y la diarrea. Por un momento creí que era una congestión por haber comido demasiado días antes. Yo fui al hospital y no me mandaron a emergencia respiratoria, sino que a otra área, porque no tenía tos. Pero luego me mandaron a casa”, señaló.
Dos días después, Flores ya no podía respirar de forma normal; tenía un rango de respiración bastante bajo, inspiraba un poco y sentía un bloqueo, tenía que exhalar rápido.
“Me fui a un centro de salud, donde me canalizaron y me pusieron un nebulizador. En ese lugar me dijeron que era COVID. Me mandaron a casa, dándome las pastillas y me dijeron que al día siguiente llegarían a casa”, comenta.
Pero al día siguiente, empeoró y decidió ir al hospital. Lo internaron el 28 de agosto de 2021 en un hospital capitalino, donde permaneció por quince días.
“El hospital estaba muy lleno y áreas que comúnmente eran pediatría, u otras, fueron dedicadas a COVID”, señaló.
En un momento, una enfermera lo vio sin poder respirar, pidió una camilla y le pusieron oxígeno. Era el único que requirió estar acostado y con oxígeno.
“Yo creía que si me dormía, no iba a ser capaz de controlar mi respiración y que ahí iba a quedar. Pero me quedaba dormido por media hoya y luego me despertaba preguntándole a los doctores qué hora era. El calor era insoportable y la misma mascarilla provocaba sofocaba”, señaló.
Flores recuerda que cuando ingresó al hospital le retiraron su dispositivo móvil, por lo que quedó completamente incomunicado.
“La incomunicación era lo más horrible. Si hubiera podido cambiar algo, hubiera sido la comunicación. No conocía el estado de las personas con las que me comunicaba. En ese momento, ocurrieron varias cosas, como el fallecimiento de varios amigos, y familiares enfermos. Yo no me daba cuenta de nada de eso”, dijo.
Cinco días después de haber ingresado, su padre también fue internado en otro hospital por la COVID-19. El mismo día que ingresó falleció. Flores ni lo sospechaba.
“El 5 de septiembre, alguien me prestó su teléfono y entré a Facebook. Ahí me di cuenta del fallecimiento de mi papá, que cayó como un balde de agua fría”, dijo.
“Fue bueno haberme dado cuenta antes de salir pero después de que sucedió. Crea una experiencia distinta, porque me di cuenta cinco días después que sucedió”, expresó.
Rubén califica como “un duelo incompleto” la experiencia, debido a que se enteró posteriormente a la muerte de su padre.
“Por mucho tiempo sentí que era un duelo incompleto. Usualmente sueño frecuentemente con mi papá y mi mamá”, señaló.
La progenitora de Flores falleció cinco años antes.
Flores apunta: “El hospital deja experiencias extrañas y ciertos traumas. Cuando falleció mi mamá estaba mi papá. Pero ahora, no hay columnas donde recostarse. Todo se desequilibró. Yo fui a su tumba hasta diciembre. La casa se sentía totalmente vacía”.
Después de haber permanecido 13 días ingresado en la sala de cuidados intensivos de un hospital a causa de COVID-19 Julio López aseguró “yo creo que soy un sobreviviente afortunado” de la pandemia.
Según López, esto lo logró “porque llegué en el momento adecuado al hospital, creo que si me he tardado otros minutos más no la libro y porque tuve la suerte de tener gente que se puso las pilas para contribuir con mi caso, de que la atención en el hospital fuera oportuna otra gente no tuvo la oportunidad de recibir una atención en el momento adecuado por diversas circunstancias”.
Además del contagio sufrido en 2021, un año antes López podría haber estado entre los casos sospechosos de COVID-19 no verificados, debido a que en ese entonces solo pudo hacerse una prueba rápida en un laboratorio privado en el país.
Posterior a su internamiento por el coronavirus en un hospital de San José, Costa Rica, López considera que “las defensas han quedado muy bajas, porque lo que he notado es que fácilmente me resfrío, con que me exponga un poquito al frío, acá porque en San José hace mucho frío en un ratito ya ando estornudando y paso dos a 3 días así”.
También está la parte emocional y que López ha identificado claramente. “Hay una afectación porque cuando yo sé que estoy cerca de una persona que tuvo COVID, inmediatamente siento los síntomas y me pongo fatal. Pero luego trato, no, esto es cuestión mía es algo mental, estoy vacunado. Ciertamente la vacuna no es una garantía de que no me va a dar COVID, pero digo yo no puedo cerrarme a eso, hay que seguir la vida”, dice el sobreviviente de COVID-19.
A eso le añade que posterior al contagio una vez que ha estado cerca de personas afectadas por la pandemia y ha tenido algún síntoma de gripe de tos, de malestar en la garganta, al menos en tres ocasiones se ha realizado una prueba con resultados rápidos. Todas resultaron negativas.
Y aunque dice es normal que una persona tenga cierta aprehensión cuando conoce que una persona ha sido contagiada del virus, reconoce que esta “también necesita ayuda”.
“Y uno no puede excluir a que otra persona tenga o no la enfermedad, simplemente hay que tratar de mantener las medidas en el lavado de manos, acá ya no se usa la mascarilla, por ejemplo, es difícil ver a una persona que use mascarilla, pero yo por ejemplo al trabajo voy caminando; uso transporte (público) solo que sea muy largo, trato en lo que sea posible evitar aglomeraciones y yo creo que eso es muy importante para prevenir”, expuso el sobreviviente del coronavirus.
No obstante, reconoció: “Tampoco uno puede dejar de vivir por eso”.
Tras señalar: “Yo siempre he sido cuidadoso, de hecho la vez que tuve sospechas de COVID no confirmado, (el virus) llegó a la casa, no fue que yo salí a buscarlo sino que llegó a la casa y así fue que adquirí el virus”.
Además como medida preventiva López toma Vitamina C, en forma natural por lo que consume muchas frutas sobre todo cítricos, algún tipo de té natural y miel para ayudar un poco al sistema.
También refirió, que trata de caminar, pues “a veces le puede ayudar a uno a mejorar la circulación, porque al final el nivel de oxigenación depende de cuánto la sangre puede circular, caminar le ayuda mucho a la circulación y yo trato de hacer eso salir a caminar a veces y mantener obviamente las medidas de protección”.
El contagio del virus sorprendió a López recién llegado a Costa Rica, lo que a su criterio no solo fue difícil por el nivel de gravedad, sino porque estaba solo sin una familia, tampoco contaba con un seguro social para la atención médica. “No es igual como estar uno en su país donde se sabe que la familia aunque no lo pueda ver a uno, sí está pendiente, si puede llevar cosas al hospital con mucha más facilidad; estando uno en otro país donde prácticamente depende de la generosidad de las amistades que uno tiene, eso fue como lo más complejo”, expresó López.
A la gravedad propia del contagio por el cual fue aislado en un hospital, López le sumó la sensación de soledad que le llevaron a tener toda clase de pensamientos, incluso en la probabilidad de la muerte lejos de su familia y más allá de su muerte.
“Uno empieza a pensar en un montón de cosas y eso al final a uno lo termina como afectando más, porque en principio yo pensaba en mi mamá, en mi familia, porque uno debía prepararse de que morir era una posibilidad. Más cuando uno ya estaba en UCI y cuando yo sentí que me iban a dar respiración, no podía por si solo era momento de buscar ayuda.
A mi me pasaba por la mente ¿Qué va a pasar si me muero? Porque yo sabía que me podía morir pero más allá de eso no tenía un plan” comentó López.
Incluso a López le preocupaba el hecho de que si moría su cuerpo fuese enterrado en una fosa común en Costa Rica o si lo podrían repatriar “todas esas cosas uno la pensaba, entonces no quería imaginarme a mi mamá o a mi familia en esa situación. Eso a uno lo deterioraba más en realidad, porque se llenaba uno de incertidumbre, de ponerse a pensar si me llega a pasar esto”.
Sin embargo, la atención oportuna y de calidad, le permitió a López sobrevivir al coronavirus, aunque los primeros días fueron como los más complicados.
La enfermedad le empezó con una gripe normal, que le hizo pensar en alguna alergia, pese a que en el lugar donde habitaba ya había un caso positivo y él había apoyado con la atención de esa persona. Debido a ese caso le habían mandado una orden sanitaria, que representaba que durante 10 días no podía salir del apartamento.
Después de los 10 días de restricción la orden sanitaria fue levantada automáticamente “pero yo empiezo a sentir síntomas de gripe, estornudos, malestar en la garganta y yo digo bueno lo más probable es que sea COVID porque hay un caso positivo y yo ya estoy experimentando los síntomas”.
Ya para entonces López había tenido la pérdida de olfato. “Yo me acuerdo que partí una cebolla, y a mi no me gusta la cebolla, la detesto igual el ajo, y yo partí una cebolla la olí y no sentía nada. Yo dije ya estoy confirmado que sea COVID, me entró como una especie de ansiedad y empecé a leer en internet toda la información posible sobre COVID, prevención tratamiento que hacer en caso de tales cosas”, recordó el sobreviviente de COVID.
Después de eso siguieron “la fiebre, la tos más intensa, dolores de cabeza y ya cuando fue avanzando el tiempo a los 4 a 5 días, yo ya sentía como dificultad para respirar en esa búsqueda de información yo recuerdo que compré un oxímetro, por envío a domicilio, y me estaba midiendo el nivel de oxigenación lo hacía cada hora”.
“Yo mismo me empecé alarmar y traté de dormir esa noche, pero al siguiente día yo me levanto fatigado y lo primero que hago es tomar la oxigenación y vi que estaba como en 85 (…) cuando miro le hablo a la persona que está en el apartamento y le digo mirá yo me tengo que ir al hospital. El nivel de oxigenación está demasiado bajo, siento que no puedo respirar por mi mismo”, recordó López. En el hospital le confirmaron que padecía COVID-19 y que el nivel de oxigenación estaba en 83, “era muy bajo”, por lo que le suministraron oxígeno y fue internado. A criterio de López el hecho de que él no tenía ninguna dosis de vacuna contra la COVID-19 contribuyó a grabar su condición.
“Por suerte” había una cama, lo que a criterio de López “al final fue lo que terminó salvándome la vida, porque sin disponibilidad de camas es ahí donde las cosas se complican”. A esto se agrega que sus amigos gestionaron de forma rápida y lograron que ACNUR le proporcionara un seguro para que permaneciera internado en el hospital costarricense.
Tras 13 días en cuidados intensivos, “en principio la recuperación fue muy lenta, porque me cansaba demasiado, yo no podía caminar, cinco metros cuando ya iba agotadísimo, subir gradas u otro tipo de pendientes era complicado para mí, me cansaba mucho”.
Tras añadir: “Me llevó alrededor de 6 meses recuperar totalmente el nivel de poder caminar sin cansarme. Eso fue como lo más complicado. Como yo estuve con sondas, sangraba mucho de la nariz (…) luego he tenido como brotes en la piel, específicamente de donde me ponían las agujitas para poner la canaleta. (…) Eso poco a poco ha ido desapareciendo. Después que salí del hospital esperé 3 meses para ponerme la primera dosis porque como era un caso grave me indicaron que tenía que esperar un poco para aplicarme la primera dosis”.
Mirna Gutiérrez junto a sus hijos están en un proceso de recuperación, no solo por las secuelas que dejó en su cuerpo el COVID- 19 que afectó a toda la familia, sino también el gran dolor que les dejó la muerte de su esposo y padre de sus hijos por el mismo virus.
Mientras la pandemia afectaba fuertemente al país, Mirna tuvo que permanecer en un hospital en julio de 2020, porque su hijo mayor sufrió un grave accidente en motocicleta.
“Estaba conectado y solo le dije: que Dios te proteja mi hijo y el respondió gracias” lo cual sorprendió a los médicos, pero ante la necesidad de que le practicaran la operación en la cabeza Mirna por los nervios reconoce que le habló fuerte a Dios: “Mire Señor, si me lo va a dejar vivo: Ni loco, ni enfermo, que vuelva a trabajar y vuelva estudiar”. Y el joven no requirió de la operación en la cabeza.
Lo más sorprendente hasta para los médicos fue la pronta recuperación del muchacho. “Mi hijo quedó bueno y tiene 23 años y ya está por salir de la universidad”.
En mayo de 2021, Mirna quien trabaja en una empresa de Estelí, refirió que sintió las primeras señales del virus que le tocó enfrentar con muchos de sus síntomas graves.
“Me dio muy fuerte con todos los síntomas, con tos imparable y cansancio que hasta me orinaba. Mi esposo muy preocupado me llamó un taxi y me iba a llevar a la clínica y yo le dije a Dios: ‘no me dejés y no me desamparés’ y estaba delirando, se me presentaron mis dos abuelitas (ya fallecidas) y me llamaban”.
“Mis hijos se me pusieron en fila y yo le dije: ‘Señor Jesús no me dejes y no me desampares porque mis hijos todavía me necesitan’”. Asegura que de repente sintió como si su garganta se limpiara, a su vez una mejoría, por lo que ya no fue necesario ir a la clínica y fue así que superó la enfermedad en su casa.
Sin embargo, en agosto, sus dos hijos menores de 12 y 17 años y su marido, de 55 años, comenzaron con los síntomas.
El marido de Gutiérrez, siempre tuvo temor de padecer la enfermedad y trató de negarla, yendo a trabajar para continuar con su rutina. Pero el mismo día le dijo que no se sentía bien por lo que llegaría temprano a su casa donde su situación empeoró, cuando la oxigenación le bajó a menos de 70. Aún así se resistía a ir a una clínica. Tenía miedo.
Al verlo que no podía más, los hijos también le pidieron que fuera a la clínica y allí vinieron los tiempos más difíciles porque su oxigenación no mejoró.
La peor noticia estaba llegando. Sus pulmones ya no funcionaban. El médico le dijo que debía intubarse. El hombre con quien compartió su vida por más de 20 años, murió pocos días después, por un paro cardíaco.
Sus hijos experimentaron el dolor tan grande que renegaron de Dios.
“‘Qué Dios tan bueno que aleja al padre de sus hijos, ¿Acaso no sabe cuánto lo necesitamos?’ ‘Cuánto tiempo me arrodillé para que lo sanara’”, recuerda que decía su hija. Mientras el menor de los varones no paraba de llorar día y noche y hasta le decía que haría pacto con el diablo para entregar el alma de su madre y la de él.
Luego vinieron los conflictos y las malas calificaciones en la escuela.
Ha sido una lucha constante, en la que la familia de Gutiérrez ha sido acompañada por el sacerdote de la parroquia donde asiste, también ha recibido la ayuda del psicólogo. Y aunque considera que sus hijos poco a poco han venido aceptando la pérdida, mejorando las calificaciones de la escuela, el llanto aparece de repente y ella está lidiando con las alteraciones en la presión y la migraña que dejo como consecuencia el virus. Mantiene su trabajo y su hijo mayor se reincorporó a su carrera universitaria.
Gutiérrez mantiene viva su fe y confía en que el Señor les seguirá acompañando en las diferentes situaciones de la vida en la que también pueden compartir momentos felices.
Sobrevivir a una enfermedad como la COVID- 19 que se ensañó con la población, es un milagro no solo para las personas de avanzada edad sino también para jóvenes entre quienes muchos perdieron la vida, expresó la joven de 22 años a quien llamaremos Regina Lazo, habitante de Estelí quien todavía es atendida por las secuelas del coronavirus.
“Con una visita inesperada adquirí el virus y en menos de 3 días de presentar los primeros síntomas ya estaba en estado grave en 2021. Pase 12 días en la posición indicada y con oxigeno debido a la baja saturación. Fui atendida en casa con toda mi familia pero diagnosticada con la prueba del Minsa en el hospital” expresó Lazo
Regina Fue recuperándose, pero a los 3 meses el asma reapareció después de años de no padecerla y “mi sistema nervioso sufrió gran deterioro”
El neumólogo diagnosticó insuficiencia pulmonar que hace que “me falte el aire, además de la presión arterial baja, padezco de confusión y cansancio extremo”
Esta situación sumada a los problemas familiares debido al alto costo de las consultas médicas y él medicamento por ser una paciente del neumólogo, también Regina tuvo que frecuentar el psiquiatra para enfrentar la depresión.
Son graves las consecuencias que ha dejado el covid 19 en muchas personas, pero aún así la mamá de Regina, sus hermanos están siempre dándole ese apoyo emocional para poder vencer este episodio triste.
Muchos de los problemas respiratorios están siendo superados y creen que en medio de tantas dificultades la fe en Dios, les podrá ayudar para superar también las dificultades económicas agravadas por los gastos médicos.
“Dios nos dará las fuerzas y las herramientas para lograrlo” expresó la madre de Regina.