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“Mientras hay vida, hay esperanzas”

Abuela universitaria

Esther Wilson “La vida me enseñó que tenía que estar al lado de mi familia”

Como las hermanas Molina, cientos de costeños sobreviven de múltiples maneras, desde hace más de 30 años, embarcarse ha sido una de las pocas aspiraciones que enfrentan los jóvenes afrodescendientes en edad laboral y en una de las regiones con mayor índice de pobreza y desempleo del país. 

Esther Wilson tiene 55 años, es madre de 3 hijos y laboró durante 16 años en cruceros internacionales, recorrió más de 61 países en su trabajo continuo, lo hizo como todos los que se embarcan, desean el bienestar de sus familias, sin embargo, se retiró del barco hace 6 años porque considero que ese tiempo ya era suficientes y permanecer al lado de sus hijos. 

Relata que para una persona embarcada “Ship-out” como les llaman en Bluefields, la vida no es tan fácil, asegura que trabajan los 7 días de las semanas con sus respectivos descansos, pero en ese momento a ella como mujer y madre esa era la única oportunidad que tenía para sacar adelante a su familia. 

 

La primera vez que se embarcó duró un año y medio para regresar a casa, extrañar a sus hijos cada día de su vida no era fácil, tenía una lucha interna entre asegurar las necesidades básicas de su familia o estar con ellos, aunque eso signifique serias limitaciones económicas en casa, y con ese dilema, en una de las ocasiones bajo del barco y regreso a Bluefields para tratarse un problema en su vista.

Pero al transcurrir de los días, el olor a casa, el amor de sus hijos y cada minuto que compartía, recuerda lo frágiles que somos las personas, que la vida puede cambiar de un día para otro y lo único que queda en la memoria, son los recuerdos de lo que pudo haber hecho, y aquella tristezas de embarcarse por asegurar a los suyos un bienestar que se contrapone con la felicidad de vivir momentos en familia, “esta es mi casa, es mi familia y me siento feliz de tenerlos conmigo” se decía así misma, y decide “No más barco”.

“Yo extrañaba todo, extrañaba mi casa, mis hijos, y no es una situación ni una sensación muy agradable, lo único que a mí me mantenía viva era el trabajo y poder ofrecerle lo que lo que ellos necesitaban, pero sin darme cuenta en ese momento…lo que más necesitaban era mi persona y eso es lo que duele hasta el día de hoy”.

Esther nos comenta que la vida ha sido un aprendizaje, “no naces siendo mamá, solo sabes que tienes que cumplir tus responsabilidades y cumplirlas lo mejor que puedas” ahora con casi 7 años de haber decidido quedarse al lado de los suyos, reconoce que la vida es un proceso donde se aprende de las experiencias, y ella como mujer, madre y abuela siempre trata de verle el lado amable a la vida. 

Ha transitado de ser embarcada, a poner un comedor, luego una casa de campo y vender comida desde casa

Una vez en casa, el dinero que les dan no es lo suficiente para mantenerse y aunque aún, su esposo continúa embarcado, se necesita complementar los ingresos de la familia, hace tres años juntos emprendieron un negocio de comedor en la entrada de la Ciudad, ahí ofrecían comidas y bebidas los tres tiempos, sin embargo, hace 9 meses, cerraron el local debido a la baja en la demanda y el pago permanente de los impuestos.

A pesar de las adversidades, Esther se ha adaptado a las diversas estrategias de vida, el local de la trocha, donde fue el comedor ahora la ofrece como rancho de alquiler por día, para quienes deseen pasar un fin de semana en familia, lejos del bullicio de la ciudad, ella siempre ve lo positivo en los desaciertos del negocio.

Durante el mes de mayo de este año, en las festividades del carnaval, que es una temporada alta del comercio en Bluefields, Esther preparó cien servicios de comidas para vender a los visitantes a precios accesible, sin embargo, apenas logró vender unos cuantos platos, sin embargo, aprovechó esta situación para compartir los alimentos con sus vecinos y los policías que resguardaban la fiesta. 

Su casa siempre está disponible para quienes necesitan cocinar y ayudar en otras actividades benéficas porque está convencida que la ayuda mutua es necesaria en estos tiempos donde el dinero parece resolver casi todas las necesidades, ella no se aferra a los días malos del negocio porque está segura que uno de esos días será de provecho.

 

Con el tiempo Esther se ha conocido así misma, es una mujer que no se queda atrapada en el pasado o en las dificultades, ellas es de las personas que convierte los problemas en actos de filantropía, en los actos de emprendimiento hay épocas buenas, regulares y malas, y no por eso se quedó sentada a que le caiga maná del cielo, hizo de cada desafío una acción para contrarrestar resultados deplorables. 

“Cuando el negocio del comedor ya no funcionaba, lo cerramos un tiempo mientras ideamos que hacer con el local, ahora lo convertimos en una casa de campo con dos habitaciones y lo rentamos en 40 dólares por día, pueden ser para familias, grupos de amigos o parejas que simplemente quieren respirar aire puro y alejarse del bullicio de la ciudad” 

El local “Esther´s Place”, en una típica casa caribeña construida con madera y materiales de la localidad, ofrece un ambiente acogedor con dos cocinas, dos cuartos, sala, una piscina para quienes desean tomarse un descanso natural cerca de casa, un espacio para salir de la rutina y vivir nuevas experiencias conectadas al medioambiente. 

 

Sean persistentes, que no se dejan abatir por un mal momento o por los malos momentos, que si hoy no les va bien, sé que nos sentimos desanimados, pero siempre hay que echarle ganas porque así es el negocio, el negocio, hoy va bien y mañana tal vez no más muy bien, como yo ahorita en esta situación, pero no me dejo porque de la casa yo siempre trabajo no estoy ahí en el negocio en la trocha, pero aquí estoy siempre en el trabajo en la casa ofreciendo mi comida y así sucesivamente

dice Esther

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