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Mujeres “empoderadas” se reinventan y emprenden

Mujeres jefas de familia enfrentan más los efectos económicos de la COVID-19

Marcia es licenciada en comercio internacional y prefirió compartir su experiencia bajo el anonimato. Ella es una joven madre que trabaja por cuenta propia como asesora digital, sobre lo cual aclara su labor “va más allá de redes sociales”.

En el caso de Marcia antes de 2020, cuando comenzó la pandemia de COVID-19, las condiciones en su familia ya “eran precarias”. Poco a poco ella miraba como desaparecía un negocio familiar que les había llevado 18 años conservarlo, a causa de  las pocas ventas debido a la recesión económica por la situación político social del país.  

Y aunque comenta que en un inicio con la pandemia lograron levantarse un poquito con las ventas de alcohol llegó un momento que no pudieron sostener el negocio. 

“Al cerrar un mes nosotros no aguantamos, como pequeña empresa no aguantamos y luego toda la familia cayó enferma de COVID”, 

recuerda.

Al final el virus le vino a poner la lápida al negocio. Junto con los cinco familiares que le arrebató la pandemia Marcia también vio desaparecer el negocio que representaba el ingreso familiar.

De acuerdo a los datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y  publicados por el Observatorio de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), en Nicaragua entre 2020 a julio de 2022, la pandemia de COVID-19 ha causado 14,690 casos de contagios confirmados y 242 muertes. 

“De la noche a la mañana (quedamos) sin negocio. Fue un golpe emocional”, recuerda Marcia, quien posteriormente pasó meses buscando alternativas de empleo. Después de haber “probado de todo” sin éxito, ella decidió sentarse junto a su esposo y analizar:  “¿En qué soy buena, qué sé hacer?”. 

Y fue así que determinó sacarle provecho a su experiencia adquirida en el negocio familiar. Tenía capacitación como mentora, en diseño, y como editora de redes. Y de esa manera buscó opciones hasta que hace un año una empresa le tendió la mano. 

“Era ver qué es lo que me gustaba, más todo lo que hacía en el negocio y cómo podía monetizarlo. A mi me encanta la parte de asesorías, la parte de redes, la parte de desarrollo de marca y por ahí fue que empecé a comenzar a buscar (…) de quien te abra la puerta y diga yo voy a confiar en el trabajo que sabes hacer”, comenta la asesora digital.

Y aunque ella considera lo que hace como un proyecto piloto, su constancia le ha permitido extender el servicio a otros clientes que en lo general está dirigido a pequeñas y medianas empresas, un sector del cual conoce su funcionamiento y la importancia de contar con otro punto de vista de alguien que está fuera del negocio. 

El servicio que les brinda Marcia a sus clientes consiste algunas veces en prepararles un plan, otras veces ella les lleva todas sus cuentas empresariales que van desde sus fichas en Google, creación de contenidos en sitio web, y redes sociales.

“Siento que encontré el camino y que tengo ya como un plan elaborado para poderlo hacer crecer”, dice la emprendedora, quien para cumplir su tarea de búsqueda de clientes, que acepta le lleva tiempo y es cansado, debe adaptarse con el cuido de su bebé recién nacido, por lo que cuando este duerme ella organiza los pendientes.

Muchas veces, la emprendedora debe trabajar por la noche o debe levantarse más temprano, pero le queda la satisfacción de obtener ingresos y lo más importante que ayuda a otras personas.

“Cuando yo veo crecer negocios que tenían digamos algún problema y yo entro a trabajar con ellos y hay un crecimiento, a mí, eso me llena como persona”, expresa la asesora digital.  

A otras mujeres que están en su misma condición de ejercer el doble rol de trabajadoras y madres, ella les aconseja que si no tienen tiempo para seguir estudios universitarios que se capaciten a través de tutoriales en las redes sociales y que no empiecen un negocio porque otras lo tienen, sino que partan del conocimiento que ya tienen. 

Igual que Marcia, antes de la pandemia de COVID -19, Graciela Moreira, ingeniera de profesión y madre de tres hijos, había quedado sin empleo, por lo que decidió iniciar vendiendo un “poquito” de ropa nueva y usada. Su temor era que de la noche a la mañana se agotara la liquidación de su cesantía y no le quedara una opción extra de ingreso para su familia. 

Para poner en práctica su idea dispuso de un toldo y el garaje de su casa y con apoyo de otros parientes ella misma construyó con polines los percheros que utilizaría para mostrar la ropa. 

Sin embargo, fue hasta hace año y medio que Moreira ideó convertirse en la persona que sirviera de “plataforma” a otras pequeñas vendedoras. 

“Para mi todo era nuevo, fíjese, porque mi mundo era de construcción, usted sabe que la ropa es belleza tendencia y no tenía ni idea”, apunta Moreira, quien aún así se aventuró a comenzar un pequeño negocio. Después se acercaron a ella otras mujeres vecinas o conocidas que le confiaron sus productos para venderlos.

Esto le dio la idea de juntarse con otras personas para tener más productos que ofrecer, no en una sociedad como inicialmente pensaba, sino “hacer alianzas” con otras mujeres que estaban en una situación similar. Así dio vida al colectivo Ling Ya Fashion, que ahora cuenta con 20 aliadas.

“Me enfoqué en unir fuerzas y así nació el colectivo”, dice la coordinadora de Ling Ya Fashion cuyo sueño que espera concretizar en al menos dos años, es de expandirse y llevar el colectivo a los centros comerciales y poder generar empleos.

Martha Munguía relata que hubo otras experiencias de mujeres que sufrían violencia en sus hogares y durante la pandemia estuvieron encerradas con sus agresores. 

“Lo que sucedió ahí es que también tuvieron que inventar las maneras de protección. Como todo era virtual a veces lograban hacer llamadas sin la presencia de los agresores, para pedir orientaciones de cómo hacer para salvarse, salvar a sus hijos. Algunas veces tuvieron que migrar internamente en el país hacia otras comunidades y allí se dedicaron muchas, por ejemplo, a la agricultura, salieron del agresor y se dedicaron a una agricultura de sobrevivencia”, comenta la feminista. 

Otras, añade Munguía, crearon sus propios recursos, crearon sus propias formar de trabajar y desempeñarse, “que la que sabía hablar un poquito de inglés empezó a ganar por traducir, pero la que sabía hacer pan, entonces empezó a probar nuevas recetas (…) muchas mujeres tomaron cursos, aprendieron cosas simples como cultivar en sus casas, como poner una ventecita de tomates, cebollas que esté cerca del lugar y compraban cosas baratas para agregarle”.

Aunque “es muy pobre” la información en el país sobre la actividad económica que realizan mujeres trabajadoras como Melara, Ramírez, Moreira y Marcia, para el economista Leonardo Labarca, ha sido una forma paliativa encontrada por un sector para aportar a las economías de sus hogares. Pero que para Munguía, estas iniciativas generadas por mujeres en los últimos dos años no son más que de sobrevivencia. 

“Esas estrategias no resuelven los problemas ante el costo de la vida real. No equivale a una canasta básica que cuesta más de 14 mil córdobas, (lo que obtiene) una mujer que a lo sumo hará 3 mil córdobas”, dice Munguía.

La pandemia le enseñó a Marcia de que no puede quedarse solo con un negocio, sino que debe buscar otras pequeñas fuentes de ingresos, aunque reconoce que tampoco eso es sencillo.  Es por ello que como plan B, analiza la posibilidad de poner micronegocios virtuales, esto “porque la virtualidad nos ayuda mucho, por ejemplo, tiendas que solo están de forma virtual, (…) ya lo estamos viendo muchos negocios han sobrevivido a estas crisis porque se lanzaron a las redes y su negocio lo convirtieron bastante virtual, digital”. Además en esto ha contemplado la tendencia existente, de que los negocios ya no pueden mantener un alquiler debido a la crisis económica. 

“Mi mayor sueño es tener clientes en la región (Centroamericana), primero en la región, asesorando clientes, siendo aliada de organizaciones en la región para apoyar a emprendedores y emprendedoras (…) y luego escalar a América Latina”, expresa Marcia.   

Munguía refiere, que si bien es cierto, este tipo de iniciativas impulsadas por mujeres no resuelven del todo el problema de empleo, permiten que estas mantengan la esperanza. Por tanto les aconseja que las ideas que generan en momentos de crisis deben plasmarlas en pequeños programas o proyectos más sólidos, debido a que ya ha sido demostrado que  estas iniciativas “las ayudaron y que las ayudan actualmente a mantenerse a flote, a no hundirse, a seguir respirando”.

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